Interés, motivación, deseo

| | |
Guardar

Si hasta hace algunos años la relación pedagógica se amparaba en la seguridad de un modelo tradicional de transmisión, donde enseñar y aprender eran cuestiones más o menos protegidas de todo riesgo, y donde éxito y fracaso eran categorías relativamente claras y tipificables, hoy sucede que los nuevos escenarios desechan la certeza metódica y dan entrada al terreno incómodo y fluctuante de la estrategia.
Se trata de problemas que vienen inaugurando un nuevo camino: del dominio y el control de la infancia hacia la prosecución (a veces forzada e impostada) de su libertad. Paradójicamente, este nuevo camino (que incluye los cotidianos esfuerzos por dar significado a la voz de los niños, por estimular su participación y respetar sus puntos de vista) sugiere también la alarmante escena de una presunta dilución de la figura del adulto frente al niño, aun cuando estas nuevas intervenciones se erijan en nombre de un aumento de las libertades y la autonomía. La aparición en escena de la figura del "desmotivado" -ese alumno que se incrusta en la apatía, que no cumple con el mandato de investir el saber con su interés- invita a pensar en las nuevas reglas que rigen en el espacio escolar. El saber del maestro deja de ser el epicentro de la experiencia y comienza a convertirse en un bien negociable, en un objeto que no necesariamente se imprime en un otro al amparo de procesos controlados. Y así, las coordenadas que hacen posible el acto educativo comienzan a desdibujarse.
Son éstas las cuestiones que se plantean en este tomo, asuntos ubicados en torno al lugar de maestros y alumnos en tiempos en que el mercado y el discurso mediático sugieren que el saber escolar palidece ante la fuerza expansiva de unas nuevas formas de circulación simbólica. Tiempos, finalmente, en que la propia institución, sus rituales y sus procedimientos minuciosos, aparecen cuestionados por una infancia de "niños espectadores" cuya experiencia se asume guionizada por la programación de los canales de cable.

Si hasta hace algunos años la relación pedagógica se amparaba en la seguridad de un modelo tradicional de transmisión, donde enseñar y aprender eran cuestiones más o menos protegidas de todo riesgo, y donde éxito y fracaso eran categorías relativamente claras y tipificables, hoy sucede que los nuevos escenarios desechan la certeza metódica y dan entrada al terreno incómodo y fluctuante de la estrategia.
Se trata de problemas que vienen inaugurando un nuevo camino: del dominio y el control de la infancia hacia la prosecución (a veces forzada e impostada) de su libertad. Paradójicamente, este nuevo camino (que incluye los cotidianos esfuerzos por dar significado a la voz de los niños, por estimular su participación y respetar sus puntos de vista) sugiere también la alarmante escena de una presunta dilución de la figura del adulto frente al niño, aun cuando estas nuevas intervenciones se erijan en nombre de un aumento de las libertades y la autonomía. La aparición en escena de la figura del "desmotivado" -ese alumno que se incrusta en la apatía, que no cumple con el mandato de investir el saber con su interés- invita a pensar en las nuevas reglas que rigen en el espacio escolar. El saber del maestro deja de ser el epicentro de la experiencia y comienza a convertirse en un bien negociable, en un objeto que no necesariamente se imprime en un otro al amparo de procesos controlados. Y así, las coordenadas que hacen posible el acto educativo comienzan a desdibujarse.
Son éstas las cuestiones que se plantean en este tomo, asuntos ubicados en torno al lugar de maestros y alumnos en tiempos en que el mercado y el discurso mediático sugieren que el saber escolar palidece ante la fuerza expansiva de unas nuevas formas de circulación simbólica. Tiempos, finalmente, en que la propia institución, sus rituales y sus procedimientos minuciosos, aparecen cuestionados por una infancia de "niños espectadores" cuya experiencia se asume guionizada por la programación de los canales de cable.