Aunque diga fresas

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Enojada con sus padres por obligarla a mudarse a España, Ayelén está decidida a no adaptarse ni hacer amigos. Solo quiere volver a la Argentina. Hasta que un día es testigo de una extraña apuesta: al estilo de Príncipe y mendigo, de Mark Twain, dos compañeros -uno colombiano, el otro madrileño- acuerdan intercambiar sus vidas. Y lo que comienza como un inocente juego de roles, termina convirtiéndose en algo peligroso. En tono realista, la novela aborda las dificultades por las que pasan estos adolescentes extranjeros en su necesidad de adaptarse a su nueva vida en España.

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