Entrevista a Santiago Bilinkis. Las tecnologías digitales y el comportamiento. Boletín de Novedades Educativas N°101

| , | | , |
Guardar

En este boletín entrevistamos al especialista en tecnología y empresario Santiago Bilinkis para indagar sobre las formas en que las plataformas digitales que utilizamos cotidanamente (por ejemplo: redes sociales y plataformas de streaming) manipulan e inciden en nuestro comportamiento en pantalla. La captación de la atención como objetivo y la necesidad de desnaturalizar esas prácticas a través de estrategias educativas son temas que atraviesan esta entrevista.

 

Santiago Bilinkis es emprendedor y tecnólogo. Escribió el libro “Pasaje al Futuro” (2014) y Guía para Sobrevivir al Presente (2019). Tiene una columna en el programa de radio Basta de Todo, en FM Metro 95.1 y escribe también en la Revista La Nación.

-FL:- ¿Cuál es tu mirada como experto en tecnología de la educación actual?

-SB:- Mi visión respecto de la educación quedó más expresada en mi libro anterior, en el capítulo sobre educación de “Pasaje al futuro” donde hablaba que tanto a nivel metodológico como de contenidos estamos muy desajustados entre lo que hoy se enseña y las habilidades que son importantes en el mundo actual. Si bien planteé eso en el libro en el año 2014 éste sigue vigente porque la situación ha cambiado muy poco en este tiempo. Mi preocupación actual respecto a la educación cambió un poco a partir de los temas que estuve trabajando en mi libro “Guía para sobrevivir al presente”, que tiene que ver con el efecto que está teniendo la tecnología en nosotros ahora.

Allí parto de la inquietud de ver a más y más personas constantemente capturadas por las pantallas, lo que muestra que la tecnología ocupa un lugar enorme en nuestra vida; y la escuela no te prepara para eso.

No se trata de que le enseñen a los alumnos a usar la computadora, el Excel o el Word, sino más bien lo contrario. Es decir, hoy hay muchísimos chicos que van al colegio con muy poco descanso porque se quedan hasta cualquier hora jugando Fortnite o usando Instagram, YouTube o Netflix. Eso son horas y días de vida frente a la pantalla.

La tecnología de alguna manera está siendo usada para generarnos hábitos que les convienen a las empresas tecnológicas, pero no a nosotros. Y la única manera de mejorar esa situación, es que más personas, incluidos por supuesto los chicos,

entiendan mejor cómo funciona esa tecnología que usamos, qué tipos de efectos nos causa y cómo podemos manejarnos mejor en ese mundo. Esto obviamente no es responsabilidad sólo de la escuela. De la educación participa la escuela y participan los padres, pero la mayoría de la gente, ni los docentes ni los padres tienen demasiado presente esto que planteo.

Lo que más me inquieta en este momento es cómo explicarle a las personas cómo funciona nuestra mente, cómo funcionan nuestros sesgos cognitivos, y cómo esas pequeñas “fallas” que tiene nuestra mente pueden ser aprovechadas por páginas web y aplicaciones móviles para tenernos cautivos y hacernos hacer cosas que no necesariamente son las que nos convienen a largo plazo.

-FL:- Lo que estás planteando en esta etapa es de alguna manera una propuesta pedagógica de análisis crítico sobre cómo las tecnologías digitales inciden en nuestra percepción y en nuestros hábitos.

SB:-Exactamente. Te cuento un ejemplo: hace poco me invitaron de una escuela a hablar con los chicos porque estaban teniendo muchos problemas en el aprendizaje debido a la falta de descanso. Esto sucedía porque los chicos se dormían muy tarde por estar usando las plataformas digitales que mencioné. Esas plataformas están diseñadas para generar un efecto casi adictivo. Mi duda era si le explicaba a los chicos cómo funcionan los algoritmos de Instagram y de YouTube, y por qué Netflix produce lo que produce. La pregunta que me hacía era: ¿Lo van a entender?

La experiencia fue fantásticamente positiva. Después de la charla la escuela le pidió a los chicos que escribieran un pequeño ensayo respecto a lo que había pasado, y los chicos entendieron perfecto. Este tema es realmente es algo que si te lo explican lo entendés, y realmente te cambia la perspectiva y tu manera de usar la tecnología.

-FL:- ¿Podes, darnos un ejemplo de esos casos que das en alguna de esas charlas?

-SB:- Un buen ejemplo es el efecto que tienen las redes sociales, particularmente Instagram, en la autoestima. A Instagram se sube una cantidad enorme de fotos y esa plataforma no puede mostrártelas, todas por lo que tiene que definir qué fotos prioriza mostrarte. Como es un volumen enorme de fotos y de usuarios, esa decisión no puede ser hecha por un ser humano, por lo que la realiza un algoritmo. ¿Cómo ese algoritmo qué mostrarte? ¿Con qué criterio lo hace?

Básicamente lo que busca maximizar es cuánto tiempo pasás usando Instagram. La estrategia que usan tiene dos características:

La primera es una que se llama “recompensas variables intermitentes”, que es básicamente el mecanismo que está detrás de las máquinas tragamonedas: podés perder, que te salga algo que no te da ninguna ganancia, algo que te dé una ganancia pequeña, o de vez en cuando que te ganes el premio mayor.

Es esa expectativa de “qué va a pasar esta vez, qué me va a tocar” lo que hace funcionar las máquinas tragamonedas. Eso es lo que está detrás cada vez que hacés “refrescar” y cargás de nuevo tu feed en Instagram.

El segundo mecanismo tiene que ver con el atractivo que nos genera ver la vida de los demás. Pero lo que uno muestra en Instagram, no es la verdad. Nosotros mostramos en Instagram una selección muy sesgada. Es decir, elegimos los mejores momentos de nuestra vida. Casi nadie sube fotos diciendo “acá estoy en el colectivo, todo apretado”. No, te mostrás cuando estás en un lugar hermoso con una puesta de sol atrás, o una foto en la que saliste más lindo, y encima la retocas con los filtros que pueden hacer que un baldío parezca los jardines de Versalles.

Eso es lo que hace que pases más tiempo en Instagram. Pero indirectamente sin que siquiera te des cuenta eso tiene un rebote muy grande en tu propia felicidad y respecto de tu propia vida. Porque la mayor parte del tiempo no estamos navegando en un yate en el Mediterráneo o mirando puestas de sol, estamos viajando apretados en el bondi, estamos yendo a trabajar, o estamos en la escuela escuchando una lección que a veces nos interesa y otras veces, no tanto. Cuando comparás eso con lo que Instagram te muestra de la vida de los demás parece que al lado de esas vidas la tuya es una porquería.

Aun cuando te explique “no… bueno…, está bien, es una selección de fotos, no es la vida misma”, es inevitable que ese efecto se produzca.

Frente a eso, algo que uno puede hacer es ser más inteligente acerca de a quién elige seguir. La mayoría de los chicos eligen seguir a celebridades que viven vidas muy poco cercanas a las que ellos pueden vivir. Eso es muy interesante a corto plazo y bastante malo para su propia satisfacción a largo plazo.

Cuando entendes por ejemplo cómo funciona eso, empezas a desconfiar del algoritmo de recomendaciones que Instagram tiene, porque te recomienda constantemente seguir a celebridades. Porque lo que quiere es que pases más tiempo en Instagram, no que seas feliz, y si esas dos cosas van a contramano, priorizan que pases más tiempo en Instagram.

 -FL:- Pareciera que has tenido un corrimiento inicial de tu enfoque sobre el análisis de la interacción con las tecnologías. Aquí estamos hablando de la construcción de una imagen, de la construcción de la percepción de una realidad a través de múltiples plataformas que manejan estrategias y lógicas similares. Es decir, estamos hablando de que el negocio de alguna manera es la captación de la atención, con fines que no contemplan una mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos usuarios.

-SB:- Ese es el tema central de mi libro nuevo. Sí. Hay un quiebre grande respecto del libro anterior. Yo te diría que hay dos grandes diferencias entre “Pasaje al futuro” y “Guía para sobrevivir al presente” que es el libro actual. La primera, que está medio explícita en el título es cambiar el foco del futuro al presente. A mí me preocupaba el impacto que la tecnología iba a tener en nuestras vidas en los próximos años, y ahora me importa el que ya está teniendo aquí y ahora. El segundo cambio es el de una mirada más optimista y más entusiasta, a una mirada que no es pesimista, pero que sí es escéptica, más desconfiada y un poco más preocupada.

-FL:- ¿Cuáles fueron tus primeros indicios para empezar a desarrollar este enfoque? Ya que golpea las bases que habrás podido sentar desde tu primer libro en algunos lectores que asimilaron un enfoque más optimista sobre la incorporación de las nuevas tecnologías y la visión del futuro.

-SB:- Sí. El comienzo de este nuevo libro nace de la observación cotidiana, de ver a la mitad de la gente más preocupada por lo que pasa en la pantalla que por lo que sucede alrededor. Prestar atención sobre esa situación comenzó a volverse más y más inquietante para mí. Después se me anudó con algo que, con mis propias sensaciones y percepciones, me pasa cuando voy al banco, que debe ser el único lugar de la tierra en el que no se puede usar el celular. Cuando estoy allí siento que casi me están cortando una mano, porque tengo un acto totalmente compulsivo de llevar automáticamente la mano al teléfono para tratar de agarrarlo, hasta que me acuerdo que no lo puedo usar y lo guardo.  A los treinta segundos lo estoy queriendo agarrar de nuevo casi como si mi mano actuara sin esperar las instrucciones de mi cerebro. Ver eso en mí mismo y en los demás es de alguna manera lo que me llevó a querer investigar el tema.

Estuve un año y medio investigando para escribir este libro y la conclusión a la que llegué es que no está pasando por casualidad, está pasando porque hay un montón de negocios hoy montados alrededor de la captación de nuestra atención.

 -FL:- ¿Qué escenario futuro ves en relación a este problema?

 -SB:-  Confío en que siendo usuarios más formados vamos a poder tomar decisiones más informadas e inteligentes.

Esto implica entender qué está detrás de la tecnología que usamos; qué está detrás del algoritmo que te elige qué fotos mostrar y qué videos mirar o que te recomienda a qué personas seguir. También implica entender cómo funcionan estas tecnologías y cómo construyen necesidades que no son las propias

Así puede que manejemos las ganas que te dan de mirar el próximo video de YouTube y después otro y otro y otro, porque entendemos que la selección que nos presentan genera esa compulsión.

Estará en cada uno, cuánto tiempo quiere pasar usando determinada plataforma. No quiero decir que no usemos más YouTube o Facebook. La idea es entender mejor qué pasa con nuestra cabeza cuando lo usamos, qué tipo de efectos tienen los algoritmos en nosotros.

-FL:-  ¿Cómo ves este planteo a la luz de los debates que se empiezan a abrir sobre las formas de incidir desde las redes sociales en aspectos emocionales  que hacen a la toma de decisiones,  como por ejemplo al votar en  las elecciones, o en tomar determinadas posturas ante determinados temas que se instalan también en los medios de comunicación masivo?

-SB:-. La gente no sabe que todo lo que hacemos online deja una huella. Ahora con el documental de Netflix sobre la manipulación electoral de Cambridge Analítica (The Great Hack) se están empezando a enterar que todo lo que haces online deja una huella que las compañías acumulan y usan. Esos datos después se pueden utilizar para lo que sea, desde tenerte toda la noche mirando series en Netflix, hasta tratar de influenciar tu voto, o intentar venderte productos que no necesitas comprar.

No es que esté acá para denunciar el marketing, pero en este momento hay una asimetría muy grande entre cuánto entienden cómo funciona nuestra cabeza por parte de quienes diseñan y utilizan para hacer marketing las plataformas digitales, y cuánto saben los usuarios respecto al efecto que tienen esos usos en nosotros. Es muy importante nivelar ese conocimiento, si no es una especie de contrato donde uno entiende lo que está firmando y el otro, no.

-FL:- En relación a esta situación de la huella digital que dejamos en todo lo que clickeamos y el uso de esos datos por terceros en educación se lo puede vincular  a la formación ciudadana y a los usos  tecnológicos. Vos estás incursionando en ese ámbito ¿Cuál es tu propuesta al respecto?

-SB:- Creo que es un momento de experimentar y de probar cosas distintas.

En el libro anterior yo estaba muy a favor de introducir tecnología en el aula y de alguna manera planteaba que no había que prohibir el uso de dispositivos, sino crear una experiencia que supere lo que los chicos podían vivir adentro del celular. Ahora me doy cuenta que todas esas apps que los chicos usan están diseñadas utilizando técnicas de manipulación contra las cuales no se puede pelear, o por lo menos no se puede pelear sin armas comparables. Es imposible desde el aula ganarle a Netflix o ganarle a Yotube. Entonces cambió un poco mi apreciación: tenemos que usar tecnología para crear experiencias educativas extraordinariamente más ricas, pero que todavía no existen.  Hasta tanto no lo hagamos no hay mucho que hacer con la tecnología en el aula, porque el tema no pasa por tomar notas en un teclado en vez de hacerlo en un cuaderno, o mandar las notas del cuaderno de comunicaciones a los padres por mail.

-FL:- ¿Cómo ves la enseñanza de la programación en relación al planteo que hacés? ¿Podría  ser también un aporte formativo para desarrollar un uso más consciente de las tecnologías digitales?

SB:- Para mi enseñar programación en las escuelas es fundamental, pero la mayoría de las escuelas no lo están haciendo. En las que sí lo están haciendo, usar Scratch por ejemplo, no te hace entender mejor cómo funcionan los algoritmos. No alcanza. Creo que es buenísimo enseñar programación en las escuelas, pero hay que articular esto con la idea del uso de algoritmos y de big data, y de cómo eso puede usarse con fines nobles o manipulativos según lo que cada compañía quiera hacer. Lo que me gustaría es se formen alumnos con  pensamiento crítico que cuando van a usar una app se pregunten qué algoritmos hay acá adentro, qué están tratando de hacer conmigo, en qué me están queriendo ayudar y en qué punto me están queriendo vender un buzón.

-FL:- Entonces, el planteo en educación no pasaría tanto por la formación tecnológica en sí sino por una mirada más crítica y reflexiva, atravesada por disciplinas como la psicología, y  la sociología, que brinden conceptos para concientizar los usos y comportamientos que tenemos en relación a la tecnología en nuestro contexto cotidiano.

SB:- Sí. Hay algunas cosas un poco obvias que sin embargo subsisten. En mi nuevo libro doy el ejemplo desde el uso de la memorización. Allí hablo de lo importante que era memorizar datos cuando no existía internet y no existía Google, y cómo hoy entrenar la memoria sigue siendo importante pero ya no  para llenarla de los nombres de todos los ríos de Europa.  En “Pasaje al futuro” hago la propuesta de que no sólo habría que dejar de combatir la copia, sino que creo que habría que hacer a la copia obligatoria. ¿Qué quiere decir obligatoria? Todo examen debería ser a computadora abierta, porque en la vida tenemos celular abierto todo el tiempo, así que es un recurso que está al alcance cotidiano, y las preguntas deberían estar formuladas de una manera que la respuesta no se encuentre linealmente. Por ejemplo, si preguntamos ¿qué día fue la batalla de Caseros?, en Wikipedia encontramos la respuesta. No hay ningún valor en eso. Lo que propongo es que las preguntas deberían estar formuladas de modo que responderlas requiera articular más de una fuente, y que los chicos tengan que validar la calidad de la fuente, porque si usan una fuente mala van a poner contenido erróneo en sus respuestas. Utilizando por lo menos tres fuentes distintas y dando crédito a la fuente, deberían poder responder las preguntas. No se trata de plagiar ni de robar nada a nadie. El objetivo es articular un discurso propio, relevante a la pregunta que se les formula y correctamente expuesto. Creo que un alumno que puede hacer eso está cien mil veces mejor preparado para el mundo que viene que uno que te repite de memoria todas las cosas que le pediste que  memorice.

Hay que hacer experimentos. Por ejemplo, cambiemos totalmente la manera de evaluar. Aquello que se  premia o castiga con la nota es lo que los alumnos tratan de hacer o no hacer. Cuando veo a mis hijos la noche anterior a un examen memorizando una enorme cantidad de contenidos, que ellos y sus docentes saben que  en un 98%  van a olvidar un minuto después de que termine el examen, pienso que  estamos reproduciendo una farsa que no le sirve a nadie.

-FL:- Vinculado con esto, tu planeo es ir hacia la desnaturalización de lo que tenemos incorporado en nuestra cotidianeidad, para llevarlo al aula y ponerlo como objeto de estudio.

– SB:- Sí. Por ejemplo, los docentes también están todo el día en WhatsApp, Instagram o con Netflix. Entonces lo primero es que cada docente se pregunte por el efecto de la tecnología sobre sí mismo, y entienda en qué medida estamos siendo más usados que siendo usuarios, para luego llevar algo de esa reflexión  al trabajo con sus alumnos.

En el fondo todo el disparador de mi libro fueron mis propias vivencias, darme cuenta de lo que me estaba pasando a mí con la tecnología. Obviamente, después tuve que investigar un año y medio para escribir un libro. Creo que todos experimentamos estar sintiéndonos tremendamente tironeados por el hackeo de nuestra atención que las diferentes plataformas hacen. A cada docente lo que le pasa cotidianamente le da un montón de material para darse cuenta de que hay un problema, si quieren entender cuál es el problema ojalá el libro mío pueda ayudarlos, pero después tienen que trabajar eso con los estudiantes.

-FL – En lo que proponés se supera una brecha generacional en relación a las tecnologías, porque esta situación le pasa tanto a adultos como a chicos.

-SB:- Totalmente, atraviesa todas las generaciones.

 

Etiquetas: