Había una vez

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Había una vez,  es una frase contundente: su eficacia consiste, tal vez, en ubicar rápidamente al lector (o al oyente) en un pasado remoto e impreciso, un territorio en el que la incredulidad disminuye y la expectativa crece. Si a continuación se agrega en un país lejano, el lector (o el oyente) acabará por rendirse al universo de la ficción.
Con este antiguo recurso, María Teresa Andruetto teje una red de la que no es posible salir sin formularse preguntas que obliguen a entrar una vez más. Nos habla de una mujer que contaba historias.
La expectativa se reproduce y resulta defraudada una y otra vez. La historia está en otro lado. En este sentido, Había una vez es más un poema que una narración. Curioso, si se piensa que, además, se trata de un homenaje a Las mil y una noches, esa vastísima compilación de relatos de orígenes remotos e imprecisos.
La estructura se repite seis veces: Scheherezade, Anú, Saläh, Ghuta, Sura y nuevamente Scheherezade son las mujeres de esta historia. Sin embargo, en cada paso se presentan leves variaciones. Si Ghuta amaba los cuentos, Sura creía en ellos; si los cuentos de Scheherezade entretenían al gran Visir, los de Sura aplacaban la ira de su Señor; si Anú es una mujer extraña, Scheherezade es inteligente y sensible.
Andruetto trabaja con un pequeño grupo de palabras, cuyo enroque reaviva su significación. Lejano es el país donde ocurren los hechos, pero también es lejana Saläh. Anú es una mujer extraña, como extraño es el país donde había una vez. Una verdadera lección sobre el modo de rescatar viejas y desgastadas palabras del lugar común donde es frecuente encontrarlas.

Había una vez,  es una frase contundente: su eficacia consiste, tal vez, en ubicar rápidamente al lector (o al oyente) en un pasado remoto e impreciso, un territorio en el que la incredulidad disminuye y la expectativa crece. Si a continuación se agrega en un país lejano, el lector (o el oyente) acabará por rendirse al universo de la ficción.
Con este antiguo recurso, María Teresa Andruetto teje una red de la que no es posible salir sin formularse preguntas que obliguen a entrar una vez más. Nos habla de una mujer que contaba historias.
La expectativa se reproduce y resulta defraudada una y otra vez. La historia está en otro lado. En este sentido, Había una vez es más un poema que una narración. Curioso, si se piensa que, además, se trata de un homenaje a Las mil y una noches, esa vastísima compilación de relatos de orígenes remotos e imprecisos.
La estructura se repite seis veces: Scheherezade, Anú, Saläh, Ghuta, Sura y nuevamente Scheherezade son las mujeres de esta historia. Sin embargo, en cada paso se presentan leves variaciones. Si Ghuta amaba los cuentos, Sura creía en ellos; si los cuentos de Scheherezade entretenían al gran Visir, los de Sura aplacaban la ira de su Señor; si Anú es una mujer extraña, Scheherezade es inteligente y sensible.
Andruetto trabaja con un pequeño grupo de palabras, cuyo enroque reaviva su significación. Lejano es el país donde ocurren los hechos, pero también es lejana Saläh. Anú es una mujer extraña, como extraño es el país donde había una vez. Una verdadera lección sobre el modo de rescatar viejas y desgastadas palabras del lugar común donde es frecuente encontrarlas.