La agenda de género en el mundo: el capítulo británico

19 febrero 2018
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El artículo que esta vez les compartimos, es una crónica de cómo se está desarrollando en Gran Bretaña el debate sobre el sexismo.

Nos pareció ilustrativo traer a colación ejemplos prácticos del protagonismo que temas de la agenda de género está cobrando en el mundo y de cómo cada sociedad da esa discusión y encuentra soluciones. Por eso seguramente volveremos con relatos como el que sigue en próximas entregas.

En este caso, el eje de la discusión lo traza el cuestionamiento social a eventos y comportamientos que hasta ahora permanecían “ocultos” o “naturalizados”, por ejemplo, el acoso sexual de políticos encumbrados a sus subalternas, o las diferencias en el salario de las mujeres en comparación con el de los hombres que realizan una tarea similar.

Un párrafo aparte merece “la Cena de los Presidentes”, un evento “tradicional” del establishment político y empresarial londinense, que se celebra (o celebraba) anualmente con el elegante fin de recaudar fondos para obras solidarias, pero al precio de exponer a la mujer al abuso de los hombres invitados, que se divertían con ellas. A costa de ellas.  

Elegimos destacar dos cosas sobre esto: primero, respecto al hecho de que solamente se invitaba a hombres, se nos ocurrió pensar: ¿sería porque se decidía de antemano que las mujeres no podían llegar a la posición de “presidente” en la política y las empresas? Por suerte, la realidad ha demostrado lo contrario.

En segundo lugar, dejamos abierta para su tratamiento en las aulas y salas de profesores la cuestión de la participación de las mujeres, que de algún modo fortalecen su propio sometimiento al aceptar cumplir su rol de objetos en reuniones como estas. Por supuesto, entendemos que no siempre se ha tratado de elecciones libres, al ser ellas empujadas por la necesidad o el desconocimiento, pero es un aspecto que está bien tratar desde que Nietzche nos advirtiera sobre “la moral de esclavo”, que hace posible la esclavitud.

Como sea, pensamos que un punto gravitante de este “capítulo británico del debate sobre el género” es que se desarrolla en una sociedad con un apego particular a las costumbres, cristalizadas en general como verdaderas “instituciones”, muchas veces, la armadura de los prejuicios sexistas que en esta sección nos concentramos en desmontar.

Por supuesto, lo destacable de todo esto es que, como se verá, las cosas no quedaron en el debate y las palabras, sino que empiezan a tener consecuencias prácticas, no solamente dadas por las renuncias de los hombres denunciados y las mujeres disconformes, sino sobre todo, por la sanción de ciertas leyes orientadas al corazón de algunos de estos problemas, como la normativa que obligará a las empresas a hacer públicas la diferencias salariales entre hombres y mujeres, o la propuesta de revisar los mecanismo de selección y contratación del personal de ciertos funcionarios públicos.

A continuación, el artículo completo.

 

Los escándalos avivan el debate sobre el sexismo en Gran Bretaña

“El primer disparo fue directo al corazón de Westminster: a finales del año pasado, un aluvión de acusaciones de acoso sexual por parte de diputados a sus subalternas provocó la renuncia de dos ministros y la promesa de una revisión a fondo de los procedimientos de contratación de los asistentes de los legisladores.

El segundo proyectil alcanzó a la BBC: el 8 de enero, la prestigiosa delegada en China de la corporación pública dimitió tras comprobar que cobraba sustancialmente menos que dos compañeros varones en cargos equiparables, y denunció «una cultura salarial secreta e ilegal» que discrimina sistemáticamente a las mujeres. Y el tiro de gracia impactó de lleno la semana pasada, en las tripas del centro financiero londinense.

Una periodista del Financial Times se hizo pasar por una de las promotoras en la Cena de los Presidentes, un banquete anual que recauda fondos para buenas causas entre el establishment empresarial, financiero y político británico, que un maestro de ceremonias definió acertadamente como «el evento más políticamente incorrecto del año».

Los 360 invitados eran solo hombres y, para servirlos, se reclutó a 130 promotoras «altas, delgadas y bellas», a las que se les exigió llevar ropa interior negra a juego con las minifaldas que se les proporcionaban. A las mujeres se les hizo firmar acuerdos de confidencialidad, se les prohibió llevar celular y se les ofreció reiteradamente alcohol.

El movimiento global contra el acoso y el sexismo, desatado tras el escándalo del productor cinematográfico Harvey Weinstein, sacudió los pilares de la vida pública británica. Que un diputado envíe a su asistenta a comprarle juguetes eróticos, o que, como ocurrió la semana pasada, altos ejecutivos de la City se diviertan manoseando a las promotoras habla de una persistente aceptación institucional del acoso y el sexismo.

El escándalo de la cena en que ejecutivos de la City se divertían al tocar a las jóvenes promotoras se suma a las denuncias de acoso en el Parlamento y al debate sobre la discriminación salarial.

Las promotoras, según la periodista infiltrada en la cena benéfica, eran acosadas y toqueteadas constantemente por algunos asistentes. Uno de ellos decidió mostrar su pene a una chica, y otro invitó a una a terminarse la copa de champagne, arrancarse la bombacha y bailar encima de la mesa. Los premios de la subasta benéfica incluían un vale por una operación de cirugía estética para «añadir un poco de picante a su esposa», un té con el gobernador del Banco de Inglaterra y una comida con el ministro de Relaciones Exteriores, Boris Johnson.

De momento, el escándalo provocó el cierre de la organización benéfica, que montaba el evento desde hace 33 años; la dimisión de un funcionario del Ministerio de Educación que ostentaba la copresidencia de la organización, y un clamor para que el ministro de Infancia y Familia, Nadhim Zahawi, que acudió a la cena, haga lo propio. Dos hospitales infantiles devolvieron el dinero que recibieron de la subasta, y el gobierno anunció una revisión de las cláusulas de confidencialidad.

Hechos como el de la Cena de los Presidentes, denuncian los críticos, ponen de manifiesto la persistencia de una decadente cultura de club de caballeros que no ayuda a la paridad en los círculos del poder, por mucho que una mujer ostente el más alto cargo político del país, como es la primera ministra Theresa May.

«Pensaba que este tipo de actitud de cosificación de la mujer era algo del pasado», dijo May tras el escándalo. «Lamentablemente, lo que muestra ese evento es que sigue habiendo mucho por hacer. Yo continuaré trabajando, como hice durante todo mi tiempo en la política, para que realmente podamos decir que las mujeres son respetadas, aceptadas y tratadas como iguales», añadió.

Gracias al trabajo de la diputada laborista Harriet Harman, para abril próximo todas las empresas británicas con más de 250 empleados deberán hacer públicas sus diferencias salariales entre hombres y mujeres. Algunas lo hicieron ya -655 de un total de cerca de 9000- y el resultado no es excesivamente alentador. En la empresa financiera Virgin Money, por ejemplo, las mujeres cobran de media un 32,5% menos que los hombres; en la empresa de aviación EasyJet, un 51,7% menos. Los dos principales partidos, por su parte, aún no hicieron públicas sus cifras.

En 2018 se cumplen 100 años desde que las mujeres tienen derecho a voto y a presentarse a elecciones al Parlamento británico. En 2016 se cosechó una victoria que supo a derrota: el total de mujeres elegidas a lo largo de la historia para la Cámara de los Comunes llegó a 455. El mismo número de diputados varones que se sentaban en la Cámara solo en esa legislatura.”

*De La Nación del 27 de enero de 2018

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