Sobre la denuncia de Thelma Fardín

18 diciembre 2018
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La denuncia por violación de la actriz Thelma Fardín contra su colega Juan Darthes que conocimos los últimos días, tuvo una enorme repercusión y puso a la sociedad a reflexionar sobre diferentes costados de una misma problemática: al abuso de poder de los hombres sobre las mujeres y de los mayores sobre los menores.

A propósito de esto, revisitamos algunos de los tópicos de esa reflexión social, de la que esperamos obtener algún aprendizaje, que deconstruya los paradigmas violentos vigentes y cree en su reemplazo otros nuevos, no violentos por definición.

En primer lugar, tenemos el hecho de una sociedad que reacciona con contundencia recién cuando aparece configurado uno de los peores delitos: la violación de una menor. Antes que eso, se naturalizaron una cantidad de abusos y acosos que parecen no haber sido considerados de entidad suficiente como para ser repudiados con idéntica contundencia. Es la distancia que va entre las denuncias de Calu Rivero y de Thelma Fardín. Esperamos haber aprendido al respecto sobre la importancia del estado de alerta en que debemos permanecer, para detectar indicios tempranos de violencia machista y de cualquier otro tipo.

Por otro lado, tenemos el caso del presidente de la Nación, que anunció desde su cuenta en Twitter el levantamiento de una pieza de video oficial que tenía al denunciado como uno de los protagonistas de una campaña ¡de lucha contra el abuso!. Más allá de la suspicacia política de hacer el presidente lo que podría haber hecho un funcionario de menor rango, compartimos en este punto nuestra preocupación sobre cuánto se cuida la causa de la igualdad de géneros en la Argentina, ya que el video recientemente levantado, se mantuvo durante toda la denuncia de Calu Rivero. ¿Qué mensaje se estuvo dando todo ese año en realidad?

Siempre sobre las reacciones, nos llamó la atención la de Marcelo Tinelli, que desde el plató de su programa sentenció que “ojalá se haga justicia”. La frase, con la que no se puede sino estar de acuerdo, es bastante poco en la boca del conductor de un programa que tradicionalmente hizo y sigue haciendo de las mujeres meros objetos (recordar el clásico “corte de pollerita”, de video que se adjunta) y, peor aún, ¡del productor del ciclo donde ocurrió el delito denunciado!: ¿con qué pautas de cuidado trabajaban hombres y mujeres, mayores y menores, en esa tira?. Otro tema del que obtener algún penoso aprendizaje.

A las advertencias sobre el peligro de la “condena social” y las mil argumentaciones sobre la presunción de inocencia y la defensa en juicio, hay que proponer una indagación sobre las causas: una anomia extendida, producto de la abdicación de la Justicia a cumplir su rol. No hay tercero imparcial que zanje los conflictos con fuerzas de verdad en la Argentina. La vida en el país, en todas sus dimensiones, es un partido que se juega sin árbitro.

Como material de apoyo sobre lo que hablamos, les compartimos la entrevista a Sabrina Cartabia, abogada de Thelma Fardín, en LN+. En ella queda muy claro qué significa la «perspectiva de género» en materia judicial y cuán importante es esto para no frustrar la única política pública real vigente en la materia: «hacer la denuncia».

Por caso, en estos supuestos de delitos relacionados con la violencia de género, la cuestión probatoria es de gran dificultad, puesto que estos son cometidos en general «a puertas cerradas», en la intimidad de los propios hogares, incluso. Así es que se requiere una nueva sensibilidad para mensurar y construir la prueba: el documento fundamental es la palabra de la propia víctima, que terminará de cobrar valor con otras pruebas incidentales que la doten de verosimilitud: se trata de desarticular el típico: «es la palabra de ella contra la de él».

 

 

 

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