El futuro ya llegó… pero no a la escuela argentina ¿Qué nos atrasa y dónde está el futuro de nuestra educación?

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La línea de partida: repasando el diagnóstico Las evaluaciones internacionales como PISA arrojan resultados alarmantes para el caso argentino: el país se encuentra entre los diez cuyos estudiantes tienen el nivel más bajo en áreas como matemáticas, ciencias y lectura, y el desarrollo de habilidades básicas para resolver problemas sencillos es deficiente. La pregunta obligada es: ¿por qué hoy nuestra escuela falla en su función fundamental de enseñar? ¿Por qué su propuesta pedagógica, que supo ser exitosa a lo largo de buena parte del siglo XX, no logra marcar su impronta en los alumnos del siglo XXI? Cien años llevó en la Argentina cumplir la meta de la Ley 1420: todos los niños de 6 a 14 años en la escuela. Este fue un proceso muy largo y complejo que técnicamente se llama de expansión diferenciadora porque a medida que fue abarcando más alumnos (de distintos sectores sociales) fue segmentándose en calidad, sin dar las mismas oportunidades de aprendizaje a todos. Muchos de los problemas que tenemos que afrontar hoy vienen de larga data, y la batería de normativas y programas socioeducativos que se han implementado en las últimas décadas no parecen haber direccionado el sistema educativo hacia un camino de mayor calidad. Algunos han tenido resultados positivos, pero todo esto todavía no alcanza la dimensión del sistema en su totalidad y los viejos problemas siguen presentándose. No tenemos más soluciones que las ya conocidas que, si bien pueden producir alguna mejora, no constituyen estrategias o intervenciones superadoras que permitan revertirlos. El modelo pedagógico propio del siglo XIX se ha vuelto obsoleto para una sociedad en cambio constante. Hoy enfrentamos la gran disyuntiva acerca de dónde ponemos la mirada: ¿alcanza con mejorar lo que tenemos o es necesario dar un salto más grande que permita una respuesta diferente? Esta es una discusión muy profunda en la que lo mejor es enemigo de lo bueno. Su discusión se vuelve imprescindible a la hora de pensar políticas para alcanzar una educación básica de calidad y para todos quienes habitan nuestro país.

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